viernes, abril 24, 2009

¿Sueñan los contadores con modelos contables?

¿Sueñan los contadores con modelos contables? (un homenaje contable a Phillip Dick, autor de "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", sobre la que se basó la película "Blade Runner")

Una alegre y suave oleada eléctrica emitida por el despertador que tenía junto a la cama me despertó anoche. El tema de los modelos contables patrimoniales siempre me apasionó, pero nunca al punto de invadir un espacio tan íntimo como el de los sueños. Sin embargo, esto es lo que recuerdo de anoche:

“Había viajado al Imperio (Estados Unidos). Esta es la prueba más cabal de que se trataba de un sueño, dado que en la realidad no me interesaría jamás pisar esa tierra plagada de asesinos, racistas y ególatras.
Como quería conocer un poco la geografía, me acerqué a una empresa de alquiler de autos (no voy a decir cuál porque van a pensar que le estoy haciendo propaganda gratuita) y renté un modelo pequeño y simple, al que no se le podía exigir gran cosa, pero útil para el objetivo sencillo que me había planteado: un Corsa 3 puertas. Como es lógico, tuve que adaptarme a las características de las rutas y calles del Imperio: allí las distancias y las velocidades están indicadas en millas. El velocímetro de mi coche marcaba justamente las “mph” (millas por hora) que el autito podía alcanzar.
No conforme con esto, decidí conocer algo de nuestros hermanos latinoamericanos, y encaré para México. Claro que allí se me presentó el primer problema. No con la empresa de alquiler, que al ser yanki, tenía presencia en todo el continente. El tema era que el modelo (el Corsa) estaba estructurado para una realidad distinta a la mexicana, por lo que necesitaba un nuevo modelo. Pero únicamente precisaba un cambio en la unidad de medida de las distancias recorridas: en lugar de “millas”, precisaba un velocímetro que midiese “kilómetros”.
Por lo tanto, hablé con los representantes de la empresa de alquiler, y me facilitaron otro coche: un modelo similar al anterior, con prestaciones parecidas, pero con un indicador que medía kilómetros transitados.
Así que continué mi recorrido por la tierra azteca. Y dado que soy admirador del Zapatismo (un movimiento popular que reivindica a los indígenas del sur de México, en Chiapas), quise pasear por el lugar… Y ahí se presentó el segundo gran inconveniente con el modelo.
Si bien hasta el momento el cambio me había resultado útil, ahora encontraba otro obstáculo: Chiapas es zona montañosa, y un Corsa 3 puertas se hubiese destartalado a los 10 kilómetros.
Así que volví a contactarme con la empresa internacional de alquiler de autos, y les solicité algo más acorde a mis nuevas necesidades: un modelo más robusto, más potente, más cercano a la realidad de Chiapas. Entonces, gustosamente me suministraron una Ford Kuga, nuevita, una pick up más moderna, con la suficiente solidez como para encarar los agrestes caminos chiapanecos.
Feliz con la nueva máquina, circulé por las regiones del sureste mexicano, con los indígenas cubiertos por sus pasamontañas, las banderas negras con la hermosa estrella roja en el fondo, las paredes de las casas con la Virgen de Guadalupe, las imágenes pintadas de Emiliano Zapata y el mensaje “Justicia, Tierra, Dignidad, Libertad” instalado no sólo en carteles, sino traducido en actitudes y en sonrisas…
Ya no me importaba si el velocímetro marcaba kilómetros, millas o nudos marinos…
Quise seguir mi recorrido hacia el norte; deseaba conocer el muro de la vergüenza con el que los yankis intentan impedir la entrada de inmigrantes, y también ver con mis propios ojos el famoso “Lejano Oeste” norteamericano de EEUU… y otra vez se hizo presente la necesidad de “ajustes al modelo”: otra vez la “conversión” de kilómetros a millas. Y no quería perder las ventajas que este nuevo modelo que me ofrecía robustez, velocidad, confort y me hacía sentir que estaba “actualizado”, no quería volver a un modelo antiguo como el Corsa…
Así que tuve que adaptarme a un cuarto modelo, que combinaba las prestaciones del tercero, pero se le habían hecho las modificaciones en la “unidad de medida” para que pudiera expresar las distancias recorridas de manera homogénea con las normas de tránsito de Estados Unidos”.

Allí terminaba mi sueño. Pero hubo un elemento que estuvo presente en todos los caminos, independientemente de la velocidad desarrollada o el modelo utilizado: la velocidad máxima. Un valor límite del que no podía apartarme, porque corría el riesgo de sufrir un accidente, o soportar una multa, o perder la licencia de conducir… Con los modelos más “viejitos” (el Corsa yanki o el Corsa “modificado” para circular en México) era difícil que superase el valor límite de la mayoría de los caminos, pero aún así, hubo momentos en donde tuve que reducir la velocidad (sobre todo, en algunos caminos mexicanos en donde la velocidad máxima era baja) para no pasarme. Las pick ups me permitían alcanzar una velocidad mayor, pero igualmente respeté los valores límite de velocidad.

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